Isabel Aguilera

Cuando se apaga una clase en la Serranía

Opinión

Algatocín

Hay decisiones políticas que no suenan fuerte, pero hacen un daño tremendo. Como cuando cierran un ciclo formativo en un pueblo pequeño. No hay portadas ni discursos encendidos, pero lo que se apaga no es solo una clase: se apaga una posibilidad, una vida que podía quedarse, un proyecto que podía echar raíces.

Esto es lo que está ocurriendo en la Serranía de Ronda. Primero fue Alcalá del Valle, ahora le toca a Algatocín. La Junta de Andalucía ha eliminado el ciclo de informática en el primer caso y el de reforma y mantenimiento de edificios en el segundo. Ambos formaban parte del entramado frágil pero valioso que sostiene la educación pública en nuestros pueblos. Y ambos han caído bajo el mismo argumento: pocos alumnos, falta de fondos europeos. Así, sin más.

Pero quienes conocemos la comarca sabemos que esto va mucho más allá de un cálculo presupuestario. Porque aquí, cuando se suprime un ciclo, no se está quitando solo una formación. Se está arrancando una oportunidad de futuro. Se está dejando sin salida a jóvenes que podrían haber encontrado en la FP una vía para quedarse, para trabajar, para construir algo suyo sin tener que hacer la maleta.

Y lo más doloroso es la frialdad con la que se toma esta clase de decisiones. Como si no dolieran. Como si no supieran que en un pueblo como Algatocín, siete alumnos son una cifra más que digna. Que detrás de cada uno de ellos hay una historia, una familia, unas ganas enormes de salir adelante. Que esos números, que en una tabla de Excel parecen pocos, aquí lo son todo.

La verdad es que estas políticas están diseñadas para rendirse con lo rural. Para dejar que se vacíe solo, poco a poco, sin hacer ruido. Primero la FP, luego el transporte, después el consultorio. El círculo se cierra con una lentitud insoportable. Y mientras tanto, nuestros pueblos envejecen, se apagan, se quedan sin futuro.

No podemos mirar hacia otro lado. No es una cuestión de colores políticos, sino de sentido común y de respeto por quienes viven aquí. Hablamos de garantizar que nuestros hijos tengan opciones reales sin verse obligados a irse. De defender lo poco que aún resiste. Porque cada vez que perdemos una clase, no es solo un servicio menos: es un paso más hacia el abandono.

Desde el PSOE lo tenemos claro: vamos a seguir alzando la voz por cada aula que cierran, por cada joven al que le cortan el camino, por cada pueblo que se siente abandonado. Porque no vamos a quedarnos de brazos cruzados mientras desmantelan nuestra tierra, metro a metro, curso a curso.

Y es que si renunciamos a la educación pública en nuestros pueblos, ¿qué nos queda? Sin jóvenes, sin escuelas, sin opciones… solo queda el silencio. Y no vamos a permitirlo.

 

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