Redacción

Dos jóvenes encerrados hora y media en el ascensor de la pasarela de la estación de Ronda sin técnico que les asista

Sucesos

Félix, Mamotreto, Sheila

Estación de Ronda, Mamotreto de Ronda

Imaginen que suben a un ascensor, arranca y, de pronto, este se detiene y se quedan dentro bloqueados. Los ocupantes intentan desmovilizarlo con los botones, pero el ascensor ni sube ni baja. Imaginen que llaman desde el interfono del interior del ascensor al servicio técnico y le informan reiteradamente que “el técnico está de camino”… pero nunca llegó. Sigan haciendo un ejercicio de imaginación y vean como esas dos personas, dos jóvenes de Ronda, se ven forzados a permanecer dentro durante una hora y media hasta que los bomberos –no el “técnico” que no apareció- les rescata. Y a más rizar el rizo, imaginen que los dos adolescentes que se quedaron encerrados son sus hijos y que era muy tarde cuando eso ocurrió, las once de la noche. Y por último, imaginen que eso ocurre en el ascensor de un edificio público cuestionado por la población desde hace tiempo porque parecen las obras de El Escorial, es decir, nunca se terminan.

Aunque parezca el argumento de una película tragicómica, no lo es. Cualquier parecido con la realidad de Ronda, es cierto y verdad. Ocurrió. Y les sucedió a dos jóvenes de la localidad, Sheila y Félix, de 14 y 13 años respectivamente, cuando se subieron al ascensor de la pasarela peatonal que salva las vías del tren que conecta la zona de la piscina cubierta con la avenida Victoria. Pasarela, por cierto, conocida popularmente como el “mamotreto” por un sector importante de la población rondeña que la cuestiona por su fealdad manifiesta.

Dos jóvenes encerrados hora y media en el ascensor de la pasarela de la estación de Ronda sin técnico que les asista

Hora y media de angustia para dos adolescentes

Al principio me reía, pero luego fue muy mal, agobio, calor y lágrimas”, dice Sheila tras el mal rato sufrido. Se trata de un ascensor pequeño y desde que sin apenas cobertura, intentaron llamaron a sus padres. Tras muchos intentos, a duras penas pudieron mandar un audio a la madre de la joven. Añade Sheila en entrevista en Radio Coca, que “lo fuerte fue que tras pulsar el botón de la campana, supuestamente vendría un técnico, pero no vino nadie. Solo los bomberos”. Es incomprensible qué pasara eso, y que tuvieran suerte de que personas que escucharon desde fuera las voces de los jóvenes, pudieran oírles y llamaran a la policía y luego a los bomberos. A mayor gravedad para este episodio terrorífico, eran más de las once de la noche de un 30 de diciembre cuanto esto acontecía y no había apenas gente fuera. Sheila confiesa que vivió momentos de desesperación, “la hora más larga de mi vida”. Pero piensan que pudo ser peor si es una persona mayor quien hubiera sufrido ese incidente o más grave aún, si el afectado hubiera sido alguien que padeciese claustrofobia.

El técnico que «ya estaba de camino» pero que nunca llegó

El resumen lamentable es que después de pasar más de una hora y media no se presentó nadie del servicio técnico y tuvieron que ser los bomberos quienes los liberaran del angustioso encierro. Cada vez que pulsaban el botón de la campana, el de avisos para casos de averías o emergencias, se les contestaba que el técnico «ya está de camino”. Pero estos nunca llegaron a pesar de que los padres de la chica, advertidos del número de teléfono del servicio técnico, llamaron personalmente aunque la respuesta fue la misma: “el técnico está de camino”.

Sheila y Félix están enormemente agradecidos a los bomberos, unos profesionales que no solo los liberaron de la celda de castigo del mamotreto, sino que con su experiencia les calmaron y tranquilizaron del estado de estrés que sufrieron los dos chicos durante su estancia de encierro más la media hora de desbloqueo de las puertas, tiempo que calculan que duró la Operación “liberad a Sheila y Félix”.

No pienso montarme más en ese ascensor” dice Félix y corrobora Sheila. Prefieren en el futuro usar los escalones o la rampa antes que arriesgarse a sufrir una experiencia que aunque, ahora, alguien pueda percibirlo con cierto humor, no tiene nada de gracioso, sino más bien de sensación de haber vivido, o mejor sufrido, un hecho cercano al miedo y a la angustia. Si no que se lo pregunten a los protagonistas o a los padres de los jóvenes.

La Estación de los horrores
En esta combinación de elementos, destaca que aunque este ascensor de la pasarela es prácticamente nuevo, no ha funcionado bien desde el principio. Es un servicio ya cuestionado y que se añade a la queja colectiva de la fealdad de la pasarela por su elevado coste (1 millón de euros), a su inaccesibilidad y al incumplimiento de la normativa de pendiente en las rampas. Se une también al malestar general por la tardanza en la construcción de la propia estación y al hecho de su ubicación ya que se encuentra denunciado en fiscalía porque el terreno de esta instalación es de uso educativo. Unas obras que comenzaron hace tres años, pero que la empresa abandonó y se quedó año y medio parada por lo que el Ayuntamiento tuvo que pedir más de dos millones para continuarlas. En fin, sigan imaginando.