Se acercan las calles teñidas de morado, los ecos de un grito colectivo que atraviesa generaciones y fronteras: igualdad entre mujeres y hombres, justicia, derechos efectivos y no meramente formales. Pero este 8 de marzo, como cada año, emerge también la incómoda pregunta: ¿es suficiente?
Porque sí, hemos avanzado. No es el mismo mundo que pisaron nuestras abuelas. Hoy las mujeres ocupamos más espacios de poder, el acceso a la educación y al empleo ha mejorado, y las leyes han sido, en muchos casos, aliadas de nuestros derechos. En España, los gobiernos progresistas han impulsado medidas que han transformado la vida de miles de mujeres: desde la subida del Salario Mínimo Interprofesional, que ha beneficiado especialmente a quienes se encuentran en los sectores más precarizados, hasta la equiparación de los permisos de maternidad y paternidad o la consolidación del derecho al aborto dentro del sistema público de salud. Las políticas públicas han sido el motor del cambio.
Pero no podemos ser ingenuas. El machismo no ha desaparecido, solo ha aprendido a camuflarse. Se oculta en la brecha salarial que sigue ahogando la independencia económica de muchas mujeres, en la carga invisible de los cuidados que sigue recayendo sobre nosotras, en los techos de cristal que todavía nos frenan, en los suelos pegajosos que nos encadenan a la precariedad. Y se exhibe, brutal y descarnado, en la violencia machista que sigue asesinando a mujeres, en la negación de nuestros derechos por parte de quienes buscan retrocesos, en el auge de una extrema derecha que pretende despolitizar el 8M y vaciarlo de su esencia transformadora.
Porque cuando nos piden que el 8M no sea político, nos piden que dejemos de ser peligrosas. Nos piden que nos conformemos con celebrar lo logrado y nos olvidemos de lo que aún falta. Nos piden que callemos. Pero no hay avance sin política, no hay cambio sin leyes, no hay igualdad sin voluntad de Estado.
Las grandes transformaciones de la historia no han ocurrido por casualidad. Han sido el resultado de luchas organizadas, de discursos convertidos en acción, de reivindicaciones convertidas en norma. Nosotras lo sabemos: lo que no se legisla, no existe. Y lo que se deja en manos del mercado, se traduce en más desigualdad. Por eso el 8M no es solo una fecha en el calendario, es una exigencia de políticas feministas, de inversión pública en igualdad, de legislación que haga real lo que sobre el papel es solo una promesa.
Este 8 de marzo no queremos discursos vacíos ni fotos oportunistas. Queremos compromisos, queremos hechos, queremos acción. Queremos gobiernos que entiendan que la igualdad no es una opción, sino una responsabilidad.
Porque el feminismo no es una moda, es un proyecto de sociedad. Y quienes intentan despolitizarlo, quienes lo reducen a un acto simbólico, en realidad nos están pidiendo que renunciemos a la única herramienta que cambia el mundo: la política.
Y no vamos a hacerlo. Este 8M, más que nunca, conmemoramos para transformar.
Isabel Aguilera
Secretaria General del PSOE RONDA
Parlamentaria Andaluza.