La moción de censura contra el alcalde de Benalauría, Cristóbal Díaz, no prosperó en el pleno municipal, pero la votación dejó en evidencia las maniobras del Partido Popular para aferrarse al poder en un ayuntamiento de apenas 435 habitantes.
El PSOE y la Agrupación de Electores de Benalauría (AEB) habían presentado la iniciativa con el apoyo inicial de un concejal popular, Alejandro Guerrero, que a última hora se echó atrás. El desenlace fue de cuatro votos a favor del alcalde, los del PP, frente a tres en contra, emitidos por la oposición.
Aunque la moción fracasó, la propia dirección popular ha pactado la salida de Díaz en diciembre, para ser sustituido por la actual teniente de alcalde, Alicia González. Un relevo en diferido, cocinado internamente, que evidencia que la clave no estaba en la confianza en el regidor, sino en los equilibrios del partido.
Como adelantó Ronda-News, el PP ha decidido sacrificar a su propio alcalde para mantener el control municipal. La metáfora de la “cabeza del Bautista” se ajusta a lo ocurrido: Díaz entregado como ofrenda para salvar la hegemonía popular en el pueblo.
Los socialistas sostienen que el giro de Guerrero no fue fruto de la reflexión, sino de un documento firmado en una notaría de Ronda, donde el PP se comprometió a forzar la renuncia de Díaz a cambio de que el edil retirara su apoyo a la moción de censura. Si esto se confirma, el pleno no habría derrotado a la moción por convicción democrática, sino por un pacto de conveniencia.
El PP, sin embargo, insiste en que todo responde a un ejercicio de diálogo y responsabilidad. Una versión que el PSOE rechaza de plano, al acusar a los populares de protagonizar una “automoción de censura” con un único fin: seguir aferrados al poder a cualquier precio.
Los socialistas recuerdan que la moción fue iniciativa del propio Guerrero, harto –según él mismo confesó– de la parálisis y el aislamiento dentro de su partido. Y advierten que el acuerdo frustrado con la AEB y el PSOE fue “honesto, serio y transparente”, sin prometer cargos ni prebendas.
Lo que parecía un cambio seguro en Benalauría se ha convertido en una operación política enrevesada. Una jugada en la que el PP ha preferido entregar a su alcalde como moneda de cambio antes que perder el gobierno local.