Cristóbal Montoro, el más haciendoso del PP, en sus dos secuelas ministeriales, no ha podido superar a Ben Affleck, encarnando al Contable de todas las “Casas Nostras”, porque por más que presuntamente le aumentara la cartera, su figura de “Topo Yiyo”, no pudo beneficiarse de los amores de Jennifer López y Gwineth Paltrow, como presumiblemente lo hizo Mr. Ben entre set y set.
Diremos que eso son –cosas de película-; pero el madrugón me lleva a escuchar el laberinto de trincalina, que se había organizado entre su ministerio, su bufete Equipo Económico y las empresas consagradas. De ser cierto el desgrane de corrupciones y corruptos en los papeles, la hazaña deja tímida a las mejores bandas organizadas del inframundo.
Causa pavor y mucha tristeza, porque a los que nos llega un aviso oficial de cobro, tenemos que declarar y tantos arbitrios, el olernos tantas golfas arbitrariedades, vemos como el edificio social que pretendemos, sufre los envites de su propia carcoma. Ayer escribía que la solución a tantos reveses, y el paseíllo del -¡tú más!, no tiene otra solución que más democracia, que sin caer en la “democratitis”, dote a nuestra legislación de una mayor exigencia en los controles de nuestra economía.
Cuento con los falsos liberales, que por mor de la burocracia pregonan la manga ancha; también de los que la única dieta que admiran es la del “adelgazamiento fiscal” y los ayunos de Buchinger; pero los que pagamos con fatiga el recibo de comunidad, tenemos que poner la lupa en las cuentas comunales, como fruto de nuestra democracia de portal y escalera. Sánchez y asociados, Feijoó y corolarios, amén de sus dosis de esgrima de primaria; deben capacitarse o taparse, para profundizar más en los caminos que abrimos en nuestra consensuada guía de los mejores años de la Transición; por lo menos para que el temor al dogal sea de eficacia edificante.