Jubrique, asentado en el corazón del Valle del Genal y uno de los pueblos más pintorescos de la Serranía de Ronda, guarda un patrimonio lingüístico tan valioso como desconocido. Su forma de hablar, con giros propios y un deje que sorprende incluso dentro de Málaga, es el resultado de siglos de historia, convivencia y repoblaciones.
Según la tradición local, tras la expulsión de los moriscos los Reyes Católicos enviaron a familias gallegas y canarias para repoblar estas tierras. Ese encuentro de hablas habría dejado huellas aún perceptibles en el jubriqueño actual: seseo generalizado, yeísmo marcado y una pronunciación sonorizada de la ch, entre otras particularidades fonéticas que hacen que este dialecto suene familiar para oídos canarios y gallegos.
Pero si algo despierta verdadera fascinación son las expresiones y frases hechas que siguen empleando, generación tras generación, los vecinos y vecinas del municipio. Un repertorio cargado de humor, ingenio y una identidad rural tan viva como su gente. A continuación, una selección de algunos de los términos más característicos:
Un vocabulario propio lleno de color y personalidad
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Abolongaita: muy contenta o eufórica.
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Arrengá: cansada; agotamiento tras un día duro.
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Capuana: paliza o castigo severo.
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Chapona: camiseta interior gruesa para el invierno.
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Charavasca: persona de poco fiar o con cierto desorden mental.
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Cucos: bragas o ropa interior.
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Enguachiná: empapada.
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Escapurcia: fullera, alguien que todo lo hace mal.
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Escarestolienda: jaleo o confusión donde nadie se entiende.
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Escarmená: bien peinada.
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Escuriana: persona de mal aspecto, comparada con un insecto similar a la cucaracha.
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Espelerío: falta de abrigo.
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Gallaretá: grito o voz estridente.
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Gataporsí: muy lejos.
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Hacer el arte: imitar el habla jubriqueña.
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Lazariento: susto utilizado para asustar a los críos.
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Lugar: forma habitual de decir “pueblo”.
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“¡Míralas aquí que te tengo que coger y matar!”: reprimenda clásica de madres jubriqueñas ante una travesura.
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Ogañazo: año malo, ya sea por pocas cosechas o escasa lluvia.
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Piliminúo: persona delicada.
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Pipajo/pipajera: arapo o aspecto descuidado.
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Privilicaita: muy contenta.
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Raletúo: sabor descompensado en la comida.
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Regordío: eructo.
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Ruilla: trapo de cocina.
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Sahumerio: limpieza profunda tras la marcha de alguien.
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Tejeringos: churros pequeños.
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Trabucar: malinterpretar.
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Traganúo: comer con excesiva prisa.
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Yesca: autobús.
Este listado no es más que una muestra del rico acervo lingüístico que conserva Jubrique, donde la historia, la vida cotidiana y el carácter serrano han creado un habla única en la provincia. Muchas de estas palabras siguen resonando en las conversaciones de sus habitantes, manteniendo vivo un legado cultural que, lejos de desaparecer, se reivindica como seña de identidad.
FUENTE: https://malagapedia.wikanda.es/wiki/El_habla_de_Jubrique



