Fran Valiente es uno de los miles de trabajadores de Ronda y la Serranía que, cada día, bajan a la Costa del Sol para ganarse la vida. Lleva años haciendo el trayecto de madrugada desde Ronda hasta Benahavís y regresando a casa casi al anochecer.
Durante la conversación, Fran se muestra como una persona profundamente familiar. Dice que, tras su jornada laboral, lo único que desea es volver a casa, estar con los suyos y descansar. Su trabajo ya era duro antes, por el mero hecho de tener que desplazarse a diario. Pero desde el desprendimiento que cortó la carretera A-397, todo ha empeorado, invertimos más tiempo en la carretera, más kilómetros, más cansancio… y más dinero de su bolsillo. Y es que la palabra invertir nunca fue tan literal, porque ahora, además de pasar más horas fuera de casa, gasta más del triple en combustible. “Antes eran unos 150 euros al mes, ahora me salen las cuentas en 450, ¡25 euros al día!”. Y todo para poder cumplir con su horario: levantarse a las cuatro de la mañana, salir de Ronda a las cinco para empezar a trabajar a las siete en Benahavís. “Y luego vuelta. Llego a casa a las nueve de la noche, desde las cuatro en pie. ¡Imaginen cómo llego! Cenar y a la cama”.
La situación no es exclusiva de Fran. Muchos otros trabajadores y trabajadoras viven el mismo calvario. “En solo un mes, estamos quemados”, asegura. Y menciona un caso especialmente preocupante como es el del personal sanitario de la Serranía que trabaja en el Hospital Costa del Sol. Conoce a varias jóvenes, con poca experiencia al volante, que tras una guardia de 24 horas deben hacer el trayecto de regreso a casa, exhaustas, recorriendo un rodeo peligroso. “Van con casi 30 horas sin dormir, en una carretera complicada, en un estado físico que es un riesgo”, denuncia.
No ven las «sofisticadas» máquinas que dicen que hay
Fran Valiente, como muchos, se siente frustrado. «Lo que comentamos muchos de los afectados es que ya ha pasado un mes del desprendimiento y en Ronda no nos dan información. Nadie dice nada sobre ayudas, ni plazos. Lo poco que sabemos, lo leemos en la prensa de Málaga». Cree que los políticos venden una imagen del desarrollo de las obras que no se ajusta a la realidad. “Dicen que hay maquinaria sofisticada y mucha gente trabajando, pero nosotros los que vemos es una grúa, una excavadora, diez o doce personas y cinco criaturas colgadas de la ladera quitando piedras”. Y esto lo hemos comprobado esta misma mañana de sábado: en una obra de emergencia, no había nadie. ¡Nadie!”. Vale que el tiempo, ¿pero y las máquinas?
Para demostrarlo, muestra un vídeo publicado en el grupo de Facebook “Afectados por el corte de la A-397”. Y ahí, insiste, está el problema de fondo: el olvido. “Lo que más nos duele no es solo el gasto o el cansancio, es que nadie nos diga nada”. Critica que mientras desde el Ayuntamiento se dan todas la mañana los “Buenos días, Ronda” publicando informaciones sobre rápidos arreglos en caminos como el de Navares u otros, “a nosotros nadie nos informa, ni una palabra de ánimo. Ni el Ayuntamiento, ni el presidente de la Junta, ni nadie”.
El malestar crece entre los afectados y ya “estamos quemados, aburridos, olvidados. Cada vez creemos menos en los políticos”, dice con amargura. Y recuerda que no son un puñado de afectados: “No somos ni tres ni cuatro. Somos el 40% de los que usamos a diario la carretera del pan”.
Fran desconfía incluso de los anuncios oficiales: “La consejera de Fomento dijo a los pocos días del derrumbe que aún no conocían el alcance del daño ni el tiempo necesario para repararlo… pero ya calcula meses y presupuesto. ¿Cómo es posible eso?”.
Propone que, al menos, desde el Ayuntamiento se informe con transparencia, con una rueda de prensa semanal, por ejemplo. Y lanza una última crítica: “Mucho se habla del turismo, y me parece bien pues es muy importante para Ronda, pero ¿y nosotros qué? No hay ayudas para el combustible, ni para el peaje. No nos ofrecen alojamiento temporal en la Residencia de Tiempo Libre de Marbella, ni la colonia. Nada de nada. Al principio hubo un boom mediático y ahora, silencio”.
Y concluye Fran con una mezcla de rabia y resignación:
“Solo pido una cosa: que no nos olviden”.