Lo que comenzó como una reparación urgente tras el azote de la borrasca Jana se ha convertido en un quebradero de cabeza, y según informaciones constatadas, podría alcanzar proporciones épicas. La intervención en la carretera A-397, que une Ronda con San Pedro Alcántara, no solo se alarga en el tiempo, sino que se encarece sin freno: la Junta de Andalucía ha anunciado una nueva ampliación presupuestaria de 800.000 euros, elevando el coste total a la friolera de 4,5 millones.
Habrá que hacer voladuras con riesgo de desprendimientos
El motivo del nuevo sobresalto económico viene por el conocimiento de la existencia de riesgos de desprendimientos que no fueron detectaron en los análisis que se desarrollaron inicialmente. Esto ha hecho que muy optimista que se muestren desde la Junta de Andalucía, la Consejería de Fomento ha tenido que redibujar el proyecto original que entonces se presupuestaba en 3,7 millones para incorporar medidas de seguridad adicionales, entre ellas, voladuras controladas en macizos rocosos inestables, que podrían ejecutarse a finales de abril, siempre y cuando la meteorología lo permita.
Maquinaria pesada
Pero eso no es todo. También se sabe que se ha decidido instalar una pantalla dinámica y una malla de alta resistencia. Para ello, será necesario movilizar maquinaria pesada de gran tonelaje, en una operación compleja que añade más tensión y retrasos a una obra que ya empieza a desesperar a vecinos y empresarios.
Desde la Consejería de Fomento se mantienen prudentes y no dan fechas definitivas. Cabe preguntarse ahora si se mantiene aún el plan inicial de la Junta que contemplaba reabrir un carril con paso alternativo para agosto y finalizar la obra en unos seis meses, o visto lo visto, se ha abandonado aunque no se verbalice. Desde la Junta, insisten en que los trabajos son imprescindibles para evitar nuevas catástrofes, pero mientras tanto, la carretera sigue cerrada, y con ella, se estrangulan el tráfico, el turismo y la economía de la Serranía de Ronda. La reapertura de esta arteria vital sigue sin fecha clara, y el malestar crece en una comarca que ya ha pagado demasiado caro los efectos de la borrasca, pero también de la marginación política.